En la gestión del Gobierno de Varela 
prevalece la violencia institucional como forma de gestión. El hecho de 
irrespetar a la población por parte del Ejecutivo es la tónica. La 
violencia psicológica, de palabra, se impone en el quehacer público. El 
calificarlos de ‘ñañecos ‘ demuestra su concepción elitista e 
incapacidad de gestión. Diversos sectores de la sociedad panameña han 
visto violentados sus derechos fundamentales.
Un Estado violento jamás es garantía de 
democracia. El irrespeto al pueblo Ngäbe Buglé y el sacrifico que 
significaron las distintas acciones de protesta en rechazo al proyecto 
de Barro Blanco, incluyendo la sangre que derramaron Jerónimo Rodríguez 
Tugrí y Mauricio Méndez, han sido burlados e irrespetados por el 
Gobierno y un grupo de seudodirigentes que no les ha importado con la 
sangre de estos mártires y los distintos casos de violaciones a los DDHH
 que se han dado en el marco de la lucha indígena por la defensa de la 
tierra, el agua y la vida. Han prevalecido los intereses económicos de 
un grupo de empresarios avalados por el Gobierno. La firma del acuerdo 
con las llamadas autoridades indígenas, es una violación a la Ley 10 de 
la Comarca y una violación a la Carta Orgánica, pero al mismo tiempo 
representa la arrogancia y prepotencia de un Gobierno que desconoce la 
decisión emanada de la Corte Suprema de Justicia, en la cual dejaba sin 
efecto todo lo actuado bajo el Decreto 537 que fue declarado ilegal.
Las comunidades también han sido objeto 
de la violencia institucionalizada. El Gobierno, ante su falta de 
interés real en atender las demandas sociales, acude a los desalojos 
violentos de pobladores que claman por el acceso a la tierra y la 
vivienda, al servicio permanente de agua potable, recolección de basura,
 arreglo de las calles, servicio de transporte público eficaz, entre 
otras.
Los consumidores son violentados ante la
 imposición de medidas antipopulares que precarizan sus condiciones de 
vida: aumenta la tarifa de recolección de basura (San Miguelito), 
aumento del peaje del Corredor Sur, imposición de prepagos en el 
suministro de la electricidad (Veranillo, Curundú, Colón), sin importar 
el ineficiente servicio que prestan. Igualmente, el aumento de la 
canasta básica de alimentos (casi todo los rubros) es galopante, lo que 
reduce considerablemente el poder adquisitivo de los salarios.
Por otro lado, a pesar de que la 
Constitución establece que el Estado debe prestar servicio de salud 
integral y suministrar medicamentos a toda la población y que estos 
servicios serán proporcionados gratuitamente a quienes carezcan de 
recursos económicos, Gobierno tras Gobierno se violenta este precepto 
constitucional. Este Gobierno igual que los anteriores pretenden que la 
salud se convierta en una mercancía que se puede adquirir a cambio de un
 costo de mercado. El lunes 15 de agosto se nombra (Resolución 863) un 
abogado como juez ejecutor del Ministerio de Salud, con jurisdicción en 
todo el territorio nacional, con la función de cobrar a toda persona, 
natural o jurídica, que adeude o mantenga saldo pendiente en cualquier 
concepto, para la recuperación de créditos a favor de la institución. La
 lista de ciudadanos humildes será larga.
Como se ve, miles de panameños sufren de
 diferentes formas de violencia practicadas por las instituciones del 
Estado, sus órganos y agentes. Instituciones que deberían garantizar sus
 derechos, los vulneran y transforman a algunos sectores sociales en 
víctimas de una violencia institucional que los discrimina por el solo 
hecho de ser pobres o pertenecer a un grupo social o étnico determinado o
 por estar organizados. Esta realidad de violencia institucionalizada 
mantiene en el más bajo nivel de aceptación a Varela y su Gobierno, y la
 situación es más profunda de lo que indican sus encuestas.
Frente a la violencia institucionalizada
 del Gobierno, es necesario adecentar la política, para adecentar el 
Estado. Los panameños honestos tenemos la obligación de romper con las 
prácticas violentas a las que someten a la mayoría de la población.
Por; Genaro López
SECRETARIO GENERAL DE CONUSI-FRENADESO.
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