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Las comunicaciones encriptadas de Operación Cóndor se enrutaban a través de bases USA en el Canal de Panamá

9 de enero de 2013. Instituto Nacional, 9:00 a.m. Actos conmemorativos del 49 Aniversario de la Gesta de 1964.

El archivo con los secretos de los regímenes militares latinoamericanos

22 dic 2012 

Martín Almada llevaba 15 años buscando documentos para probar que había sido torturado por el régimen militar de Alfredo Stroessner en la década de 1970 y que su esposa había sido forzada a oir las grabaciones de sus sufrimientos.
Tres años después de la caída de Stroessner, hace 20 años, una mujer lo llamó y le aseguró que sabía dónde encontrarlos.
"Le dije que me visitara y que trajera un mapa en borrador", recuerda Almada. "Me lo dio y me dijo que confiaba en que yo haría algo con él".
Días después, Almada y un colega suyo, José Agustín Fernandez, viajaron al lugar señalado en el mapa, una estación de policía en ruinas a las afueras de la capital paraguaya, Asunción.
"Era una estación de policía normal", afirma Almada. "En la cuadra había una pastelería, algunos talleres y, en la parte de atrás del edificio, había una montaña de papeles, una absoluta montaña de papeles".
En efecto, había unos 700.000 documentos con los registros de actividades secretas de la policía paraguaya durante tres décadas, un registro que después adquirió el nombre del "Archivo del terror".

"Régimen del terror"

Para Almada, los documentos eran la prueba para que los escépticos se dieran cuenta, de una vez por todas, de que estaba diciendo la verdad sobre sus experiencias como prisionero en Paraguay entre 1974 y 1977.
"Lloré de la emoción, porque la gente solía tratarme como si me estuviera inventando todo", indica.
"Fue como una explosión de la memoria".
"Sentí que cada fólder que abriéramos nos ayudaría a volver al pasado y entender el régimen del terror que sufrimos. Cada documento revelaba terror y tragedia".
Después de tomar el poder en 1954, Stroessner gobernó Paraguay durante 35 años con la ayuda del ejército y el servicio secreto de la policía.
Por medio de una red de informantes, las autoridades paraguayas persiguieron a cualquiera que se considerara subversivo, incluidos maestros, activistas campesinos o sacerdotes que abogaban por el cambio social.
La policía secreta era dirigida por el temido Pastor Coronel, quien se dice que torturaba a los sospechosos personalmente. Aunque tenía un talón de Aquiles: estaba obsesionado con la documentación.
Sus oficiales anotaban cuidadosamente cada arresto, cada interrogatorio y todos los movimientos de sospechosos. También hicieron centenares de grabaciones de las reuniones de la oposición y fotografiaron cualquier actividad sospechosa.
El "Archivo del terror" contiene fotografías tomadas con teleobjetivos de paraguayos en funerales y bodas. La policía secreta incluso tomó nota de las matrículas de los coches aparcados cerca de las reuniones clandestinas de la oposición.

Arresto y búsqueda de Celestina

Almada llamó la atención de la policía secreta a principios de 1970, cuando él y su esposa, Celestina, trabajaban como maestros en una escuela que habían puesto a las afueras de Asunción. Su política era izquierdista e hicieron campaña por cambios en los planes de estudios y mejores salarios y condiciones de trabajo para los maestros.
Una noche, la policía vino por él.
Después de 30 días de interrogatorios, Almada fue catalogado oficialmente como un "terrorista intelectual y un ignorante". Fue enviado a la prisión la Emboscada, al aire libre, donde permaneció tres años.
Allí intentó desesperadamente conseguir noticias de su esposa.
Celestina murió poco después de la detención de Almada. La policía dijo que fue un suicidio, pero Almada siempre ha creído que murió porque la policía le puso grabaciones suyas siendo torturado.
"El teléfono fue utilizado como un instrumento de tortura psicológica", dice. "Durante ocho días, tuvo que escuchar sistemáticamente todo lo me pasó a mí. Le enviaron mi ropa ensangrentada. Finalmente la llamaron una noche y le dijeron: 'El maestro subversivo ha muerto, puede venir por su cuerpo'".
"Ella murió de un ataque al corazón", afirma. "Ella murió de pena".
Almada repasó las grabaciones del "Archivo del terror" con la esperanza de encontrar una cinta en la que la policía se pusiera en contacto con su esposa. Sin embargo, a pesar de que encontró el archivo personal de Celestina, no encontró nada que explicara su muerte.

Operación Cóndor

Pero Almada sí encontró la respuesta a otra pregunta que lo obsesionaba.
Durante su detención, Almada conoció a presos de otros países de América Latina que le hablaron de una operación secreta entre Paraguay y los regímenes militares de la región para coordinar la devuelta de algunos presos políticos a sus países de origen. Le llamaban la Operación Cóndor.
"Oí hablar de la Operación Cóndor cuando estaba en el estómago del propio cóndor", dice Almada.
En el archivo, Almada y Fernández encontraron un documento vital. Marcado Top Secret, se trata de una invitación del jefe de la policía secreta chilena a su homólogo paraguayo para asistir a la reunión fundacional de la Operación Cóndor en Santiago el 25 de noviembre de 1975.
"Es crucial y el documento clave", dice Andrew Nickson, académico británico que trabajó para Amnistía Internacional en Paraguay. "Los (exmandatarios) chilenos y argentinos se enloquecerían si supieran que estos documentos no fueron eliminados."
Gracias a la invitación y a otros documentos en el "Archivo del terror", ahora se sabe que Paraguay, Chile, Argentina y Uruguay fueron los miembros fundadores de la Operación Cóndor. Y que Bolivia y Brasil se unieron después.
La operación contaba con un sistema de comunicación encriptado -enrutado a través de bases militares estadounidenses en el Canal de Panamá- que les permitió a los miembros de la Operación crear una base de datos de sospechosos y responder rápidamente cada vez que uno de ellos aparecía.
Lea también: Todo sobre el Plan Cóndor

La relevancia del Archivo

John Dinges, autor del libro Los Años del Cóndor, señala que el "Archivo del terror" -junto con los archivos desclasificados de Estados Unidos en Argentina y Chile, y otros documentos del Archivo de Seguridad Nacional en Washington- forman la base de lo que se sabe sobre el funcionamiento interno de las fuerzas de seguridad latinoamericanas en estos años.
"Sin ellos (los archivos) las investigaciones judiciales en todos nuestros países habrían tenido que depender casi por completo de los relatos de las víctimas recopilados por investigadores de derechos humanos, y de la buena voluntad de las pocas fuentes militares que se han presentado", agrega.
La evidencia recogida por Almada se convirtió en una parte importante de los intentos de procesar a Augusto Pinochet en Chile, entre 1998 y 2006. El archivo ha sido utilizado también en casos clave de derechos humanos en Argentina.
En Paraguay, un puñado de torturadores fueron enjuiciados desde el retorno de la democracia. Pero la gran mayoría de los comandantes asociados al gobierno militar escaparon de la justicia.
Sin embargo, Almada cree que él -y no sus verdugos- ha tenido la última palabra.
"Cuando yo estaba esposado y con grilletes, solía decir que el mundo era una rueda que gira lentamente y que la democracia tarde o temprano vendría y me gustaría jugar un papel muy importante."
"Eso me lo inventé, por supuesto, y dudo que me hayan creído, pero de alguna forma se ha hecho realidad".

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