Un
día como hoy, 8 de julio de 2010, hace 7 años, moría Antonio Smith
obrero de la bananeras de origen ngabe. Se recrudecía la reprensión en
Changuinola y el pueblo resistía y se rebelaba contra la Ley Chorizo
(Ley 30) impuesta por Martinelli con el apoyo de una Asamblea
mayoritariamente panameñista. Dicha ley, inicialmente una ley sobre
aviación para favorecer intereses de Motta, abordaba otros temas sin
ninguna relación como la eliminación de la cuota sindical, conculcaba el
derecho a huelga y a sindicación, anulaba los estudios de impacto
ambiental y concedía licencia para matar a los policías.
Martinelli
y Varela se preparaban para asistir a la final del mundial de fútbol en
Sudáfrica, pero por la insurrección en Changuinola debieron bajarse de
los aviones de las empresas coimeras Odebrecht e IBT que, con contratos
en el Gobierno, patrocinaban el paseo, al que sí fueron Popi Varela (en
ese momento presidente de la Cueva), Pepe Suárez (MOP), Chichi de
Obarrio (secretario de Martinelli) y los hermanos Martinelli.
Los
encargados de la cruel reprensión: el Ministro de Seguridad, José
Mulino, el director de la Policía Gustavo Pérez, Frank Abrego
(SENAFRONT) y el Comisionado Didier Degracia (jefe de la policía en
Bocas del Toro), entre otros.
La
noticia de los hechos en Changuinola recorrían el mundo. En Panamá se
generaban grandes manifestaciones de Solidaridad. El sábado 10 de julio,
en el Hotel Soloy, FRENADESO convocó a un Encuentro Nacional de
Dirigentes que aprobó movilizaciones y la huelga general. Tras el
encuentro se realizó una marcha por Calidonia que fue reprimida y más de
cien compañeros fueron arrestados. El Hotel fue rodeado por
contingentes de la policía que impedían salir a los participantes que
aún quedaban del Encuentro.
Se giró
orden de captura contra Saúl Méndez, Genaro López y más de 20 directivos
de SUNTRACS y FRENADESO y comenzó una cacería que obligó a varios
dirigentes a recurrir a la clandestinidad. Jaime Caballero, dirigente
del SUNTRACS de Chiriquí, fue trasladado de la ciudad de David a la DIJ
de Ancón donde ya estaba arrestado el coordinador actual de FRENADESO,
Ronaldo Ortiz.
El mismo 10 de julio
fue asesinado, de manera brutal, otro obrero e indígena, Virgilio
Castillo, de una manera brutal. Existen imágenes terribles del hecho. Su
rostro ensangrentado lleno de perdigones. “No lo miren”, les decían los
policías a los que capturaron juntos con él, “si no quieren que les
pase lo mismo”. Lo dejaron agonizar lentamente, hasta morir. Disparaban
perdigones a los ojos. Por eso los más de 70 ciegos total o
parcialmente.
El entierro de Virgilio
Castillo conmovió a la comunidad nacional e internacional. El dolor que
expresaban sus pequeños hijos era desgarrador. El pueblo clamaba
justicia.
En ese ambiente de
represión y de tensión nacional se llevaron a cabo las movilizaciones y
la huelga nacional. La construcción se paralizó en un 100% y otros
sectores como el magisterial, también. Bocas del Toro estaba totalmente
paralizado. La solidaridad internacional crecía. En Madrid y Barcelona,
al día siguiente que España ganaba el Mundial, se efectuaban piqueteos
en la Embajada y consulado, respectivamente, por los pares del SUNTRACS
en Comisiones Obreras y UGT. Igual ocurría en Centroamérica y otros
países latinoamericanos.
El Gobierno
se vio obligado a suspender la Ley y convocar a una mesa de diálogo
tripartita. Fue la primera y más contundente derrota del gobierno de
Martinelli gracias a la lucha del pueblo en las calles.
Luego
de esta jornada se reportaron al menos seis muertos, entre ellos varios
niños con problemas respiratorios que sufrieron la gran cantidad de
gases lacrimógenos lanzados, cientos de heridos, incluidos los ciegos, y
detenidos.
Fue una jornada heroica,
una masacre que aún sigue impune. Los que hoy solo exigen justicia y
cárcel por actos de corrupción, muchos por vendetta a pesar que fueron
cómplices de los mismos, nada dicen de este episodio de graves
violaciones a los derechos humanos ya que estuvieron implicados en los
mismos durante el pasado gobierno o en hechos similares en gobiernos
anteriores.
Hoy, el pueblo de
Changuinola, siete año después, vuelve a las calles, a recordar a sus
muertos y a exigir una vez más justicia, que estos crímenes no queden en
la impunidad ni en el olvido.
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