Congreso Constitutivo del FAD, sábado 10 de agosto, Domo de la Universidad de Panamá.
Es comprensible que todo gobierno
haga un balance positivo de su gestión; lo contrario sería iluso, pero
lo que es intolerable es el cinismo, la mentira descarada. Cuando
escuchamos el discurso del Presidente Ricardo Martinelli en la Asamblea
Nacional, pensamos que Martinelli era Presidente de otro país. No solo
porque ha entregado el territorio a las grandes corporaciones
extranjeras para saquear las riquezas del país, como los otrora
conquistadores coloniales, y porque le ha entregado parte del territorio
a los Estados Unidos a través de las llamadas Bases Aeronavales y otras
agencias de seguridad, sino también porque el país que describió en su
discurso tiene muy poco que ver con el pueblo panameño.
Nos dijo que Panamá
tiene “casi pleno empleo”, la riqueza está “mejor distribuida”, en
materia de educación somos lo máximo, así como en la atención de salud,
los panameños no tienen mayor dificultad de vivienda, “estamos
creciendo, estamos desarrollándonos”, “la pobreza ha disminuido” al
punto que la FAO hizo tal reconocimiento, “la inflación está bajando”,
“los ingresos de los trabajadores han mejorado de manera visible”,
“somos el cuarto país más pacífico de toda América Latina”, etc, etc,
etc. En cuanto al costo de la canasta básica lo plantea como un
desafío, pero que esto es un problema en todo el mundo y no
exclusivamente de Panamá. Mal de muchos consuelo de tontos.
En el verdadero Panamá,
la mayoría de la población que vivimos aquí, los sectores trabajadores,
estudiantes, pobladores, campesinos, indígenas, luchamos día a día por
sobrevivir. Con salarios de sobrevivencia, asediados por el alto costo
de la vida, los problemas de agua, transporte, salud, vivienda,
educación, la inseguridad laboral, la delincuencia y el abuso de los
patronos. Los campesinos e indígenas, a quienes ignoró por completo en
su discurso, viven enfrentados a los proyectos turísticos, mineros e
hidroeléctricos, debido a la actitud cómplice de los gobiernos de turno,
de entregarle cuanto patrimonio del país sea posible a los
inversionistas extranjeros en asocio con empresarios y políticos
locales. La Comarca Guna Yala denunció recientemente el cerco comercial
a que es sometida por las fuerzas policiacas y el gobierno. Todavía el
pueblo recuerda la masacre de Bocas del Toro y la de San Felix, Viguí y
Las Lomas, contra los Gnobe Buglé, cuando más de 70 personas perdieron
uno o ambos ojos, además de gran cantidad de heridos, algunos de ellos
incapacitados de por vida. Hace apenas un año fueron asesinados por la
policía los compañeros Jerónimo Rodriguez Tugrí y Mauricio Méndez.
También recordamos la represión indiscriminada y la muerte de varias
personas en las protestas colonense cuando quienes gobiernan se
quisieron apropiar, junto a sus “amigos”, de las tierras de la Zona
Libre de Colón.
Se necesita una gran dosis de cinismo
para afirmar que “la riqueza está mejor distribuida”, cuando su gobierno
le ha disminuido los impuestos a las grandes empresas, incluyendo las
suyas y las de sus “amigos”, cuando los precios de los alimentos siguen
subiendo indiscriminadamente, cuando los macroproyectos tienen enormes
sobre costos para favorecer las coimas y las ganancias de los
contratistas, cuando se ha encarecido el transporte y la energía
eléctrica, los alquileres y el costo de las viviendas, para solo
mencionar algunas cosas de interés de los panameños. Si hacemos una
encuesta preguntando si el panameño considera que su salario le permite
comprar más bienes que antes, si las condiciones de su trabajo son
saludables, si el patrono los trata como personas, si tiene estabilidad
en su empleo, si recibe mejor atención médica, si la educación ha
mejorado, y otras cuestiones similares, el resultado se estrellaría en
el rostro del Presidente Martinelli, negando las mentiras de su
discurso.
Si a esto le añadimos las leyes que le
dan impunidad a la policía, que penalizan la protestas, que encarcelan a
quienes luchan por tener una vivienda ocupando terrenos baldíos, así
como el control del Presidente Martinelli de la Corte Suprema de
Justicia, de la Procuraduría de la Nación donde nombró a la Fiscal de
Hierro de Noriega Ana Belfon, de la Asamblea Nacional, el control de la
Contraloría y el Consejo de seguridad, es claro que todas estas
acciones no van dirigidas a beneficiar al pueblo panameño, sino a
satisfacer las ansias de poder y de enriquecimiento del grupo que
encabeza el Presidente. Esta es la forma en que este grupo de poder
económico y político que encabeza Martinelli entiende el “empoderamiento
del pueblo” y que mencionó en su discurso.
Para coronar el cinismo, el Presidente
Martinelli llama al “diálogo”, a “la unidad nacional”, para que los
panameños nos sumemos a lo que su gobierno está haciendo. Con absoluto
descaro reconoce que tuvo que “enfrentar a sectores que se oponían”,
pero ya “los cambios son irreversibles”, los opositores han sido
doblegados, nos quiere decir, “Por eso convoco AHORA a la Unidad
Nacional porque es lo que Panamá necesita en esta nueva etapa”. Antes la unidad nacional no era requerida, debemos interpretar, porque “lo que Panamá
necesitaba” era la imposición, la unilateralidad de su gobierno. Las
experiencias de los grupos Gnobe Buglé y de los colonenses sobre los
llamados al diálogo, de la junta de notables para redactar una nueva
constitución, la convocatoria a sectores en la presidencia en mayo de
2010, prueban sin duda alguna que el gobierno no tiene credibilidad para
hacer este llamado. Los propios grupos indígenas que firmaron el
acuerdo, aún cuando no respondía plenamente a sus demandas, han
denunciado el cumplimiento del gobierno. En cuanto a Colón, el gobierno
despreció a los actores e hizo todo lo necesario para destruir el
diálogo, y los “notables” y los sectores convocados en el 2010 han
quedado en el olvido.
Es vergonzoso e irrespetuoso para la humanidad que el Presidente Ricardo Martinelli trate de cubrir su absoluto irrespeto a los derechos humanos,
haciendo suyas las palabras del líder mundial Nelson Mandela. Debió
citar al dictador Augusto Pinochet cuando poco tiempo del golpe de
estado en Chile dijo que el pueblo aún no entendía que lo que el estaba
haciendo era por el bien de ellos, y por eso, como él, Pinochet, sabía
lo que era lo mejor para el pueblo, lo imponía a sangre y fuego. Esto
es lo que usted y el grupo económico y político que usted representa,
está haciendo, Señor Presidente.
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