21/5/13

Panamá: En el 110 Aniversario del Fusilamiento de Victoriano Lorenzo

Prólogo a la obra "Victoriano Lorenzo en la Historia de Panamá" de Herbert Nelson. 
 
Federico Britton escribió estas líneas en el año 2003 como prólogo a la obra “Victoriano Lorenzo en la Historia de Panamá” del historiador y miembro del MLN-29 ya fallecido, Herbert Nelson.

Fredy critica la persistente intención de la clase dominante de borrar la memoria histórica del pueblo, desmeritar y desvirtuar sus luchas y ocultar sus auténticos héroes como parte del interés de someter a su dominio ideológico a las clases populares.

Pero el pueblo resiste y avanza.  Y Fredy aborda la presencia de Victoriano Lorenzo en la historia como parte de todo un proceso de lucha del pueblo panameño que inicia desde las primeras acciones de resistencia contra el colonialismo español y toda forma de dominación imperialista.

Fredy, quien es en si mismo, un eslabón fundamental entre varias generaciones de luchadores sociales, nos aporta que el papel jugado por Victoriano al rebelarse contra las injusticias es parte de un largo proceso de lucha del pueblo que no concluye con su asesinato sino que ha proseguido hasta nuestro días y que seguirá hasta alcanzar la justicia y la libertad plenas para esa gran masa irredenta.

En el 110 Aniversario de su Fusilamiento, nuestro homenaje a Victoriano, y con él a Herbert Nelson que asumió la tarea de desentrañar la historia alrededor del Cholo Guerrillero y a Fredy, el comandante guerrillero, el revolucionario y visionario que hasta su último aliento contribuyó a hacer realidad la creación del instrumento político del pueblo, hoy más cerca que nunca.

Prólogo

Para quienes participan del fragor de las luchas sociales, patrióticas y revolucionarias, es importante poder contar con obras de investigación y reflexión científica, producto del quehacer intelectual panameño, que contribuyen a romper con el manejo falaz e interesado que de la historia de Panamá han venido haciendo por más de cien años quienes han disfrutado de manera exclusiva de nuestra privilegiada posición geográfica y de la riqueza generada por el sudor y la vida que los cholos, campesinos y obreros dejan en los surcos y centros de trabajo.

Como un instrumento ideológico para mantener su dominación económica y política, la oligarquía ha inventado que somos un pueblo afable y sumiso que no lucha contra quienes nos explotan y expolian ni contra quienes mancillan nuestro sentido profundo de Patria. Por mucho tiempo se nos ha tratado de ocultar un pasado heroico de resistencia y se distorsionan las esforzadas e ininterrumpidas luchas que ha librado –y libra- nuestro pueblo por la existencia, por la justicia social, por una patria libre y soberana y por la transformación radical de las ya carcomidas estructuras de la sociedad panameña. De manera tal que, como pueblo, hemos tenido que ir rescatando y reconstruyendo la historia de los de abajo. Es la historia de lucha y dignidad escrita con sangre por Urracá y Quibian; es la historia de los negros cimarrones, como Bayano y Felipillo, quienes nos enseñaron que los hombres no pueden vivir sin libertad.

Al ir recuperando la memoria histórica de nuestro pueblo descubrimos la mentira –mil veces repetida por las plumas al servicio de la oligarquía– de que Panamá logró su independencia de España sin derramamiento de sangre.  No sólo es un intento por fragmentar la historia, es un irrespeto a los istmeños que formaron parte de los Voltíjeros, Pichincha y Vencedores, del Ejército Libertador, que combatieron y derramaron su sangre por la independencia de América guiados por las espadas de Bolívar y de Sucre en las batallas de Pichincha (mayo-1822), Junín (agosto-1824), Matará (diciembre-1824) y de Ayacucho (diciembre-1824) con la cual se sella definitivamente el ciclo de dominación de España en el “Nuevo Mundo”.

Es en batallas como éstas que el coronel panameño José Antonio Miró y los generales Tomás Herrera y José Domingo Espinar, ganan sus grados militares.

Algo similar ocurre cuando nos adentramos en las luchas sociales y políticas que se escenificaron en el Istmo de Panamá en las últimas décadas del siglo XIX. Se ha tratado de minimizar, y aún ocultar, los alcances y el profundo significado de la agudización de la lucha de clases y de los específicos aspectos nacionales expresados a través de confrontaciones políticas –muchas veces llevadas al enfrentamiento armado– entre el conservadurismo centralista y el liberalismo popular asentado en los arrabales de Panamá y en la ciudad de Colón, encabezado por Buenaventura Correoso, estadista y hombre de armas a tomar, y por Pedro Prestán, luchador social e incuestionable patriota, entre otros.

Siguiendo con esta línea de reflexión, resaltamos el hecho de que fuera precisamente el doctor Belisario Porras, posteriormente electo varias veces Presidente de la República y reconocido por todos como el más grande estadista que ha dado la nación, quien hubiese iniciado y dirigido como jefe político y militar la Guerra de los Mil Días en el Istmo, la más cruenta guerra civil de la historia panameña. Esto nos indica de manera incontrovertible que Panamá no escapa a la verdad científica de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Al acercarnos al centenario del infame y cobarde fusilamiento de Victoriano Lorenzo, el Cholo Guerrillero es objeto de atención en la labor investigativa del licenciado Herbert G. Nelson A., autor de la sustancial y sólida obra de análisis e interpretación histórica publicada en 1999 por el Centro de Investigación y Docencia de Panamá, CIDPA, Fundamentos Ideológicos de las Intervenciones de Estados Unidos en Panamá, que estudia el expansionismo imperialista norteamericano y su expresión en Panamá hasta el momento de la invasión de diciembre de 1989.

El profesor H. G. Nelson pone en nuestras manos su nueva obra Victoriano Lorenzo en la Historia de Panamá, fruto de su laboriosa investigación en bibliotecas públicas y privadas, en hemerotecas, rescatando escritos en revistas y periódicos, desempolvando documentos que contribuyen a articular en toda su dimensión las venturas y desventuras de un Victoriano Lorenzo orgulloso de su pueblo indígena, de sus tradiciones y de su cultura.

El autor presenta diversos aspectos y facetas de la vida y las luchas de Victoriano Lorenzo: dirigiendo la lucha de los cholos por la tierra y contra la injusticia de la cual eran víctimas, las causas que lo impulsan a proclamar la rebelión armada y ponerse al frente de las fuerzas insurgentes de indígenas y campesinos, como genial adalid guerrillero venciendo a sus enemigos en los campos de batalla, traicionado por los liberales, fusilado alevosamente por los godos y desaparecidos sus restos por la oligarquía panameña para que el pueblo no tuviese un sitio adonde ir a rendirle honor y pleitesía.

La historia oficial, escrita por esa misma oligarquía responsable del asesinato de Victoriano Lorenzo, intentó durante varios años de desmeritar y opacar la importancia histórico social de este formidable revolucionario. Creían que así borrarían su nombre de la memoria del pueblo y de la historia, que lo enterrarían por siempre en el olvido para que su pueblo no pudiera recurrir a su ejemplo de aguerrido guerrillero capaz de enfrentar en todos los terrenos a sus enemigos de clase, pero es obvio que han fracasado.

La obra del licenciado Nelson expone un contexto socio-histórico que nos permite comprender los intereses en juego durante la Guerra de los Mil Días en el Istmo. Por un lado, tenemos a los conservadores centralistas, feudales y clericales, por el otro, a los liberales de vigoroso discurso doctrinario, pero de una práctica económica y social deficitaria e inconsecuente.

Victoriano, por su parte, representa otra cosa, es la encarnación de las reivindicaciones de los cholos coclesanos, su alianza con los liberales se da esencialmente porque estos eran enemigos del gobierno conservador que representaba a los terratenientes y a las tropas que los avasallaban. En este sentido, Victoriano Lorenzo era amigo de los enemigos de sus enemigos inmediatos.

Los intereses del imperialismo yanqui también se hicieron sentir en medio de este conflicto sociopolítico, exigiéndole tanto a liberales como a conservadores “pacificar” a los cholos alzados en armas por ser éstos una amenaza a sus planes transitistas por el Istmo.

Los “Antecedentes de la Guerra de los Mil Días” son tratados por el autor en el primer capítulo de la obra. Allí se expone ampliamente el desarrollo del conflicto liberal-conservador en Colombia, sus repercusiones y forma de expresión en Panamá durante la segunda mitad del siglo XIX.

En este periodo se dan “reiteradas intervenciones de Estados Unidos en territorio panameño” lo cual es objeto de protestas. Una de estas protestas fue protagonizada por el Prefecto de Colón, Santander A. Golofre cuando al darse la ocupación de la ciudad de Colón por tropas norteamericanas en enero de 1885, y ante la pasividad del Presidente del Estado Soberano de Panamá, General Ramón Santodomingo Vila, quien se justificó con la excusa de que el Tratado Mallarino-Bidlack así lo permitía, le envió una carta con su renuncia en la cual señalaba:

“En este momento no son las nueve estrellas del pabellón de Colombia las que arrojan luz sobre nosotros. No son las instituciones que Bolívar conquistó con su espada y Santander selló con los resplandores de su genio, las que nos rigen. ¡La bandera que envolvió a Lincoln al bajar al sepulcro, la veo izada sobre nuestras cabezas. Es increíble que después de Boyacá se ice una bandera extraña en nuestro territorio sin necesidad de muchos combates y sin que nuestra sangre o la extraña dé color a nuestros mares!”

También brilla con luz propia la digna y valiente conducta patriótica y revolucionaria del abogado Pedro Prestán, mulato que acaudillara el alzamiento de negros, pobres y liberales populares en la provincia de Colón. Vergonzosamente Prestán fue ahorcado el 18 de agosto de 1885 para dar satisfacción a los cónsules de Estados Unidos y Francia.

Vencida como fue la rebelión liberal de 1885 en Colombia, Rafael Núñez impuso la Constitución centralista de 1886. El Istmo de Panamá pierde su condición de Estado Soberano y se ve reducido a la condición de territorio nacional dependiente del poder ejecutivo colombiano. Esta pérdida de autonomía económica y política “ reavivó los sentimientos nacionalistas de los panameños y preparó las condiciones para un alzamiento. La revolución liberal de 1899-1902 fue en el Istmo, a más de un movimiento político, una acción nacional contra el centralismo regenerador” (Diógenes De la Rosa: Victoriano Lorenzo, Punto de Vista).
El Segundo Capítulo, “Victoriano y la Guerra de los Mil Días en Panamá” trata de manera cuidadosa y documentada sobre los avatares de la guerra civil en el Istmo, de la participación de los cholos coclesanos en tareas de logística, en la guerra de guerrillas y en batallas regulares, encabezados siempre por su lúcido y aguerrido comandante. Nos habla del papel de la mujer durante la guerra civil. También trata este capítulo de la traición, juicio y asesinato de Victoriano.

Si las contradicciones entre liberales y conservadores tienen una explicación científica, también la tiene la opción de Victoriano por las armas y su capacidad para movilizar a la guerra a todo un pueblo, su pueblo indígena-campesino. La paupérrima situación socio-económica en la cual vivían los indígenas al estallar la guerra civil, condiciona su incorporación a la misma.

Y es que las condiciones materiales de existencia de los cholos en las montañas eran realmente miserables. Tras campañas de exterminio y desalojo fueron arrinconados en las serranías por los conquistadores españoles, luego serían despojados de sus tierras y bienes por los colonizadores criollos y, finalmente, fueron usurpados y sometidos por los latifundistas oligarcas y su gobierno a la opresión feudal. Aunado a la carencia de tierras para trabajar, los indígenas y campesinos eran sometidos a terribles vejaciones por parte de los terratenientes y el mal gobierno que los agobiaba con el cobro de los diezmos sobre cosechas y cría de aves y ganado, los impuestos de matanza y caza, el estricto control de acceso a la imprescindible sal para preservar la carne y los abusos de las autoridades y la soldadesca. Esta vida miserable a la que eran sometidos tenía que llevarlos necesariamente, tarde o temprano, a alguna forma de confrontación directa con sus expoliadores y explotadores.

La Guerra de los Mil Días propició la coyuntura política favorable para que los cholos empuñaran las armas en pos de sacudirse del yugo feudal al cual estaban sometidos.

Victoriano Lorenzo no estaba comprometido ideológicamente con el liberalismo. La vieja amistad de su padre con el Dr. Belisario Porras solo lo había llevado a colaborar con tareas de logística del Ejército Liberal en el Istmo, mas no se había involucrado como combatiente. Después de la derrota liberal en la Batalla del Puente de Calidonia, Victoriano y sus hombres recogen armas y municiones que se llevan de vuelta a la comunidad de El Cacao donde las ocultan.

Al ser denunciado por un enemigo personal, las tropas conservadoras caen violentamente sobre el humilde poblado en busca de Victoriano Lorenzo y de las armas. Allí someten al hermano de Victoriano a bárbaras torturas arrancándole información sobre la ubicación de algunas armas, mas no así sobre el paradero de este. Llenos de ira los godos proceden a quemar los ranchos del caserío y a violar a todas las mujeres y niñas del lugar. Concluyen sus reprochables actos vandálicos robándose el ganado, las aves de corral y todo cuanto encuentran de valor en el poblado.

Estos hechos cobran valor histórico, pues fueron el detonante a la pólvora de la injusticia social acumulada tras décadas de abusos y humillaciones. Indignado por los atropellos de que habían sido objeto los hombres y mujeres de su raza en El Cacao, Victoriano alza la voz y lanza su proclama de rebelión armada al pueblo indígena: “hay que levantarse contra los godos, para vengar los ultrajes y el honor de nuestras mujeres, nuestras hijas, y castigar a esos ladrones y facinerosos, reivindicando nuestros derechos, aunque sea cada cual con sus escopetas, machetes y flechas” (Jacobo Alzamora citado por G. Nelson)

Este pasaje es de suprema importancia al determinar el momento en el cual Victoriano Lorenzo se transforma en el Cholo Guerrillero y entra en la historia de los oprimidos que se rebelan con fuerza colosal contra sus opresores. Victoriano Lorenzo da un paso gigantesco al asumir el papel que el momento histórico le exigía y se proyecta con las acciones que desarrolla como luchador social. El autor ruso, Jorge Plejanov en su escrito, El Papel del Individuo en la Historia señalaba que “El gran hombre lo es no porque sus particularidades individuales imprimen una fisonomía individual a los grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de particularidades que le hacen el individuo más capaz de servir a las grandes necesidades sociales de su época, surgidas bajo la influencia de causas generales y particulares”.
Es innegable que Victoriano Lorenzo no figuraría en las páginas de la historia ni en la memoria del pueblo panameño de no haberse dado la Guerra de los Mil Días y de no haber optado por la “crítica de las armas” para defender los derechos, el honor y la dignidad de su gente.

La proclama de Victoriano respondía a las condiciones y necesidades del momento histórico y por esta razón tuvo un resonante eco entre la población indígena y campesina que se alzó en armas blandiendo el machete, estirando el arco y haciendo tronar sus viejas escopetas y mosquetones. Dado el bajo volumen de fuego de sus armas y aprovechando su conocimiento del terreno, la guerra popular campesina bajo la dirección de Victoriano Lorenzo tomó la forma de guerra de guerrillas como método de lucha.

Durante meses Lorenzo dirigió sus fuerzas guerrilleras frente al ejército del régimen conservador y mantuvo vivas las llamas de la guerra en el Istmo. Sus constantes triunfos militares sobre las tropas gubernamentales motivaron el retorno del Dr. Belisario Porras al país para unirse a las tropas indígenas y continuar su lucha contra el gobierno conservador.

Posteriormente las fuerzas liberales colombianas incorporarían un cuantioso contingente de tropas provenientes de otras regiones de Colombia comandadas por Benjamín Herrera, Lucas Caballero y Eusebio A. Morales. El Ejército Liberal se fortaleció y desarrolló importantes campañas que le permitieron obtener resonantes triunfos en el campo de batalla.

Las tropas indígenas y campesinas comandadas por Victoriano Lorenzo y el Dr. Belisario Porras dieron muestras de su gran valentía y capacidad combativa durante los enfrentamientos de guerra regular que se suscitaron. Sin embargo, las divergencias entre el General Benjamín Herrera y el Dr. Belisario Porras, motivadas por la forma despótica en que eran tratadas las tropas indígenas y las disputas por la dirección de la guerra en el Istmo, condujeron a la ruptura entre estos dos personajes, provocando que el Dr. Porras se viera obligado a abandonar la lucha y huir del país.

A pesar de estos incidentes, Victoriano Lorenzo continuó combatiendo con su gente en las filas del ejército insurgente liberal donde había ganado el grado de General de División.

Nos parece de suma importante destacar el significativo acierto del profesor Herbert G. Nelson al incorporar en su obra el resultado de sus investigaciones sobre el papel y desempeño de las mujeres durante la Guerra de los Mil Días.

Muchos estudios y escritos sobre esta guerra y sobre Victoriano simplemente ignoran la presencia de la mujer como protagonista social de primer orden en la guerra civil y con mayor razón omiten por completo el papel desempeñado por aquellas mujeres que quedaron solas al frente de sus hogares al partir sus compañeros para los frentes de combate.

Las “Juanas, Cholas o Rabonas”, como eran llamadas las mujeres que marchaban detrás de las fuerzas guerrilleras por simpatizar con estas, o bien, siguiendo a su marido o amante, prestaron grandes servicios a la causa de la revolución como cocineras, lavanderas, enfermeras; sembrando y recolectando cosechas, cuidando aves y ganado, conformando redes de abastecimiento de medicinas y alimentos; haciendo postas, creando redes de vigilancia y cadenas de comunicación; realizando labores de logística para dotar a la guerrilla de armas y municiones; como espías recabando información entre tropas del gobierno, desinformándolas e incluso desarrollando la “guerra psicológica”.

También fue de gran importancia la participación de aquellas mujeres que utilizaron sus hogares como hospitales de sangre y de fiebre, o bien, como sitios de escondite para los insurgentes.
Debemos poner de relieve el significativo número de mujeres que reclamaron el derecho a participar como combatientes en el ejército insurgente y que no pocas llegaron a ostentar el grado de teniente o de capitana –máximo grado al cual podía aspirar una mujer en dicho ejército en aquel entonces – al sobresalir en el campo de batalla por su arrojo, sagacidad e inteligencia.

Estas pinceladas históricas que nos presenta el profesor Nelson sobre la participación femenina en Panamá durante la Guerra Civil de los Mil Días constituyen un valioso aporte por rescatar nuestra memoria histórica al describirnos como estas valerosas mujeres del pueblo asumieron su compromiso con la lucha social y revolucionaria.

Cuando en Colombia los altos dirigentes del Partido Liberal fueron presionados por diplomáticos norteamericanos para que detuvieran la guerra civil y firmaran la paz a fin de permitirle a los norteamericanos negociar en un clima de paz las concesiones para proseguir la construcción del canal –obra iniciada por los franceses– se apresuran a firmar la Paz de Neerlandia en Colombia. Pero como quiera que en el Istmo de Panamá los liberales venían ganando la guerra, le giraron instrucciones al General Benjamín Herrera para que procediera a entablar conversaciones de paz con las fuerzas del gobierno conservador.

El cese de las hostilidades sorprendió a Victoriano Lorenzo haciendo los preparativos para tomarse militarmente la Ciudad de Panamá. La jefatura del Ejército Liberal en Panamá emitió la orden de desarmar a todos los elementos integrantes de las tropas. Sin embargo, la tropa indígena consideró que no había razón para capitular cuando ellos estaban ganando la guerra contra el gobierno. Victoriano Lorenzo es víctima de la traición de los jefes liberales Benjamín Herrera, Lucas Caballero y Eusebio A. Morales, quienes pactaron con el gobierno conservador un acuerdo de paz en el buque de guerra Wisconsin de la armada norteamericana. Luego entregarían a Victoriano a las tropas conservadoras pretextando un incidente intrascendental de cantina en la población de San Carlos.

Desde su encarcelamiento hasta el día de su muerte, Lorenzo sostuvo que los líderes del Partido Liberal lo habían traicionado: “estoy preso –diría en una carta– entregado por (Benjamín) Herrera al Gobierno”. Es necesario recordar el desprecio étnico que sentía el general Benjamín Herrera por las tropas indígenas y por los métodos de guerra de guerrillas que empleaban en la guerra civil. Además, tanto éste como su lugarteniente, Lucas Caballero “sabían perfectamente cuál sería el destino de Victoriano, puesto que en los otros departamentos (de Colombia) se había iniciado el proceso de fusilamiento de guerrilleros, inmediatamente después de firmarse el Tratado de Neerlandia”. (H.G. Nelson)

El juicio y fusilamiento de Victoriano Lorenzo constituyen un acto infame de venganza del gobierno y el ejército conservador contra el combatiente guerrillero que los derrotó en el campo de batalla y al cual nunca pudieron atrapar. El enjuiciamiento de Lorenzo pasó incluso por encima del propio Pacto de Wisconsin que protegía a los combatientes por los actos de guerra y remitía los delitos comunes a los tribunales civiles.
Victoriano fue juzgado por supuestos delitos comunes en un Tribunal Militar en un juicio a todas luces amañado.

Frente al escuadrón de fusilamiento, Victoriano Lorenzo pronunció estas palabras: “Soy inocente de los crímenes que se me achacan. Si los actos de guerra son crímenes, yo solo fui un cómplice. Conservadores y Liberales: ¡yo los perdono!

Aquí resalta el hecho de que Victoriano ubica a liberales y conservadores en el mismo plano, es decir, no hace distinción alguna entre unos y otros. Por el otro lado, su perdón es un índice acusador pues solo puede perdonarse a quien ha cometido una falta o crimen.

En el Tercer Capítulo, “Juicio Histórico por la Muerte de V. Lorenzo”, el autor hace algunas valoraciones interpretativas de lo que representaba Victoriano para godos y liberales, así como para su pueblo. Igualmente, enjuicia las responsabilidades que caben por la vil traición al Cholo Guerrillero, la farsa del Tribunal Militar que lo condena al patíbulo y por su cobarde asesinato.

Las responsabilidades, si bien tienen nombre propio, también corresponden a los intereses de clase en juego. Es por esto que no se puede exculpar a la oligarquía colombiana ni a la panameña, a los conservadores ni a los liberales, así como no se pueden ignorar los intereses que mueven al imperialismo en el Istmo y su responsabilidad en la pacificación de los cholos en armas.

Victoriano Lorenzo, auténtico héroe popular, fue difamado y vilipendiado por la oligarquía criolla que lo acusó de ser un bandido, asaltante y asesino. En otras ocasiones simplemente fue excluido de la historia oficial. Pero, poco a poco el manto de bandolero que la oligarquía tejió para ocultar los valores revolucionarios que representaba el Cholo Guerrillero se fueron diluyendo para dar paso a su gloriosa dimensión de luchador social.

Victoriano ha ido resurgiendo de las brumas de la historia gracias a la memoria colectiva para presentarse majestuoso, aguerrido y combativo como jefe guerrillero de su pueblo indígena explotado y vejado por los terratenientes.

Lo que mantiene al Cholo Guerrillero en la memoria histórica del pueblo panameño es el contenido social de su rebelión contra la injusticia, es el profundo significado subversivo y revolucionario de su lucha. Su ejemplo de combatiente guerrillero –y como tal de transformador social– es el que mantiene vivas las esperanzas de poder romper con el orden constituido, de poder producir un cambio radical favorable a las masas irredentas de la ciudad y del campo.

La obra que hoy nos presenta el licenciado Herbert G. Nelson, Victoriano Lorenzo en la Historia de Panamá, constituye un peldaño en el rescate, reconstrucción e interpretación científica de nuestra historia y es de lectura obligada para todo aquel que tenga un mínimo de conciencia y sensibilidad social, así como lo es para todo aquel que crea como Victoriano Lorenzo que ¡La Pelea es Peleando! y pretenda poner su grano de arena en los niveles de confrontación más elevados de la lucha de clases en Panamá.

Federico Britton

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