Prólogo a la obra "Victoriano Lorenzo en la Historia de Panamá" de Herbert Nelson.
Federico Britton escribió estas
líneas en el año 2003 como prólogo a la obra “Victoriano Lorenzo en la
Historia de Panamá” del historiador y miembro del MLN-29 ya fallecido,
Herbert Nelson.
Fredy critica la persistente intención
de la clase dominante de borrar la memoria histórica del pueblo,
desmeritar y desvirtuar sus luchas y ocultar sus auténticos héroes como
parte del interés de someter a su dominio ideológico a las clases
populares.
Pero el pueblo resiste y avanza. Y
Fredy aborda la presencia de Victoriano Lorenzo en la historia como
parte de todo un proceso de lucha del pueblo panameño que inicia desde
las primeras acciones de resistencia contra el colonialismo español y
toda forma de dominación imperialista.
Fredy, quien es en si mismo, un eslabón
fundamental entre varias generaciones de luchadores sociales, nos aporta
que el papel jugado por Victoriano al rebelarse contra las injusticias
es parte de un largo proceso de lucha del pueblo que no concluye con su
asesinato sino que ha proseguido hasta nuestro días y que seguirá hasta
alcanzar la justicia y la libertad plenas para esa gran masa irredenta.
En el 110 Aniversario de su
Fusilamiento, nuestro homenaje a Victoriano, y con él a Herbert Nelson
que asumió la tarea de desentrañar la historia alrededor del Cholo
Guerrillero y a Fredy, el comandante guerrillero, el revolucionario y
visionario que hasta su último aliento contribuyó a hacer realidad la
creación del instrumento político del pueblo, hoy más cerca que nunca.
Prólogo
Para quienes participan del fragor de
las luchas sociales, patrióticas y revolucionarias, es importante poder
contar con obras de investigación y reflexión científica, producto del
quehacer intelectual panameño, que contribuyen a romper con el manejo
falaz e interesado que de la historia de Panamá han venido haciendo por
más de cien años quienes han disfrutado de manera exclusiva de nuestra
privilegiada posición geográfica y de la riqueza generada por el sudor y
la vida que los cholos, campesinos y obreros dejan en los surcos y
centros de trabajo.
Como un instrumento ideológico para
mantener su dominación económica y política, la oligarquía ha inventado
que somos un pueblo afable y sumiso que no lucha contra quienes nos
explotan y expolian ni contra quienes mancillan nuestro sentido profundo
de Patria. Por mucho tiempo se nos ha tratado de ocultar un pasado
heroico de resistencia y se distorsionan las esforzadas e
ininterrumpidas luchas que ha librado –y libra- nuestro pueblo por la
existencia, por la justicia social, por una patria libre y soberana y
por la transformación radical de las ya carcomidas estructuras de la
sociedad panameña. De manera tal que, como pueblo, hemos tenido que ir
rescatando y reconstruyendo la historia de los de abajo. Es la historia
de lucha y dignidad escrita con sangre por Urracá y Quibian; es la
historia de los negros cimarrones, como Bayano y Felipillo, quienes nos
enseñaron que los hombres no pueden vivir sin libertad.
Al ir recuperando la memoria histórica
de nuestro pueblo descubrimos la mentira –mil veces repetida por las
plumas al servicio de la oligarquía– de que Panamá logró su
independencia de España sin derramamiento de sangre. No sólo es un
intento por fragmentar la historia, es un irrespeto a los istmeños que
formaron parte de los Voltíjeros, Pichincha y Vencedores, del Ejército
Libertador, que combatieron y derramaron su sangre por la independencia
de América guiados por las espadas de Bolívar y de Sucre en las batallas
de Pichincha (mayo-1822), Junín (agosto-1824), Matará (diciembre-1824) y
de Ayacucho (diciembre-1824) con la cual se sella definitivamente el
ciclo de dominación de España en el “Nuevo Mundo”.
Es en batallas como éstas que el coronel
panameño José Antonio Miró y los generales Tomás Herrera y José Domingo
Espinar, ganan sus grados militares.
Algo similar ocurre cuando nos
adentramos en las luchas sociales y políticas que se escenificaron en el
Istmo de Panamá en las últimas décadas del siglo XIX. Se ha tratado de
minimizar, y aún ocultar, los alcances y el profundo significado de la
agudización de la lucha de clases y de los específicos aspectos
nacionales expresados a través de confrontaciones políticas –muchas
veces llevadas al enfrentamiento armado– entre el conservadurismo
centralista y el liberalismo popular asentado en los arrabales de Panamá
y en la ciudad de Colón, encabezado por Buenaventura Correoso,
estadista y hombre de armas a tomar, y por Pedro Prestán, luchador
social e incuestionable patriota, entre otros.
Siguiendo con esta línea de reflexión,
resaltamos el hecho de que fuera precisamente el doctor Belisario
Porras, posteriormente electo varias veces Presidente de la República y
reconocido por todos como el más grande estadista que ha dado la nación,
quien hubiese iniciado y dirigido como jefe político y militar la
Guerra de los Mil Días en el Istmo, la más cruenta guerra civil de la
historia panameña. Esto nos indica de manera incontrovertible que Panamá
no escapa a la verdad científica de que “la guerra es la continuación
de la política por otros medios”.
Al acercarnos al centenario del infame y
cobarde fusilamiento de Victoriano Lorenzo, el Cholo Guerrillero es
objeto de atención en la labor investigativa del licenciado Herbert G.
Nelson A., autor de la sustancial y sólida obra de análisis e
interpretación histórica publicada en 1999 por el Centro de
Investigación y Docencia de Panamá, CIDPA, Fundamentos Ideológicos de
las Intervenciones de Estados Unidos en Panamá, que estudia el
expansionismo imperialista norteamericano y su expresión en Panamá hasta
el momento de la invasión de diciembre de 1989.
El profesor H. G. Nelson pone en
nuestras manos su nueva obra Victoriano Lorenzo en la Historia de
Panamá, fruto de su laboriosa investigación en bibliotecas públicas y
privadas, en hemerotecas, rescatando escritos en revistas y periódicos,
desempolvando documentos que contribuyen a articular en toda su
dimensión las venturas y desventuras de un Victoriano Lorenzo orgulloso
de su pueblo indígena, de sus tradiciones y de su cultura.
El autor presenta diversos aspectos y
facetas de la vida y las luchas de Victoriano Lorenzo: dirigiendo la
lucha de los cholos por la tierra y contra la injusticia de la cual eran
víctimas, las causas que lo impulsan a proclamar la rebelión armada y
ponerse al frente de las fuerzas insurgentes de indígenas y campesinos,
como genial adalid guerrillero venciendo a sus enemigos en los campos de
batalla, traicionado por los liberales, fusilado alevosamente por los
godos y desaparecidos sus restos por la oligarquía panameña para que el
pueblo no tuviese un sitio adonde ir a rendirle honor y pleitesía.
La historia oficial, escrita por esa
misma oligarquía responsable del asesinato de Victoriano Lorenzo,
intentó durante varios años de desmeritar y opacar la importancia
histórico social de este formidable revolucionario. Creían que así
borrarían su nombre de la memoria del pueblo y de la historia, que lo
enterrarían por siempre en el olvido para que su pueblo no pudiera
recurrir a su ejemplo de aguerrido guerrillero capaz de enfrentar en
todos los terrenos a sus enemigos de clase, pero es obvio que han
fracasado.
La obra del licenciado Nelson expone un
contexto socio-histórico que nos permite comprender los intereses en
juego durante la Guerra de los Mil Días en el Istmo. Por un lado,
tenemos a los conservadores centralistas, feudales y clericales, por el
otro, a los liberales de vigoroso discurso doctrinario, pero de una
práctica económica y social deficitaria e inconsecuente.
Victoriano, por su parte, representa
otra cosa, es la encarnación de las reivindicaciones de los cholos
coclesanos, su alianza con los liberales se da esencialmente porque
estos eran enemigos del gobierno conservador que representaba a los
terratenientes y a las tropas que los avasallaban. En este sentido,
Victoriano Lorenzo era amigo de los enemigos de sus enemigos inmediatos.
Los intereses del imperialismo yanqui
también se hicieron sentir en medio de este conflicto sociopolítico,
exigiéndole tanto a liberales como a conservadores “pacificar” a los
cholos alzados en armas por ser éstos una amenaza a sus planes
transitistas por el Istmo.
Los “Antecedentes de la Guerra de los
Mil Días” son tratados por el autor en el primer capítulo de la obra.
Allí se expone ampliamente el desarrollo del conflicto
liberal-conservador en Colombia, sus repercusiones y forma de expresión
en Panamá durante la segunda mitad del siglo XIX.
En este periodo se dan “reiteradas
intervenciones de Estados Unidos en territorio panameño” lo cual es
objeto de protestas. Una de estas protestas fue protagonizada por el
Prefecto de Colón, Santander A. Golofre cuando al darse la ocupación de
la ciudad de Colón por tropas norteamericanas en enero de 1885, y ante
la pasividad del Presidente del Estado Soberano de Panamá, General Ramón
Santodomingo Vila, quien se justificó con la excusa de que el Tratado
Mallarino-Bidlack así lo permitía, le envió una carta con su renuncia en
la cual señalaba:
“En este momento no son las nueve
estrellas del pabellón de Colombia las que arrojan luz sobre nosotros.
No son las instituciones que Bolívar conquistó con su espada y Santander
selló con los resplandores de su genio, las que nos rigen. ¡La bandera
que envolvió a Lincoln al bajar al sepulcro, la veo izada sobre nuestras
cabezas. Es increíble que después de Boyacá se ice una bandera extraña
en nuestro territorio sin necesidad de muchos combates y sin que nuestra
sangre o la extraña dé color a nuestros mares!”
También brilla con luz propia la digna y
valiente conducta patriótica y revolucionaria del abogado Pedro
Prestán, mulato que acaudillara el alzamiento de negros, pobres y
liberales populares en la provincia de Colón. Vergonzosamente Prestán
fue ahorcado el 18 de agosto de 1885 para dar satisfacción a los
cónsules de Estados Unidos y Francia.
Vencida como fue la rebelión liberal de
1885 en Colombia, Rafael Núñez impuso la Constitución centralista de
1886. El Istmo de Panamá pierde su condición de Estado Soberano y se ve
reducido a la condición de territorio nacional dependiente del poder
ejecutivo colombiano. Esta pérdida de autonomía económica y política “
reavivó los sentimientos nacionalistas de los panameños y preparó las
condiciones para un alzamiento. La revolución liberal de 1899-1902 fue
en el Istmo, a más de un movimiento político, una acción nacional contra
el centralismo regenerador” (Diógenes De la Rosa: Victoriano Lorenzo,
Punto de Vista).
El Segundo Capítulo, “Victoriano y la
Guerra de los Mil Días en Panamá” trata de manera cuidadosa y
documentada sobre los avatares de la guerra civil en el Istmo, de la
participación de los cholos coclesanos en tareas de logística, en la
guerra de guerrillas y en batallas regulares, encabezados siempre por su
lúcido y aguerrido comandante. Nos habla del papel de la mujer durante
la guerra civil. También trata este capítulo de la traición, juicio y
asesinato de Victoriano.
Si las contradicciones entre liberales y
conservadores tienen una explicación científica, también la tiene la
opción de Victoriano por las armas y su capacidad para movilizar a la
guerra a todo un pueblo, su pueblo indígena-campesino. La paupérrima
situación socio-económica en la cual vivían los indígenas al estallar la
guerra civil, condiciona su incorporación a la misma.
Y es que las condiciones materiales de
existencia de los cholos en las montañas eran realmente miserables. Tras
campañas de exterminio y desalojo fueron arrinconados en las serranías
por los conquistadores españoles, luego serían despojados de sus tierras
y bienes por los colonizadores criollos y, finalmente, fueron usurpados
y sometidos por los latifundistas oligarcas y su gobierno a la opresión
feudal. Aunado a la carencia de tierras para trabajar, los indígenas y
campesinos eran sometidos a terribles vejaciones por parte de los
terratenientes y el mal gobierno que los agobiaba con el cobro de los
diezmos sobre cosechas y cría de aves y ganado, los impuestos de matanza
y caza, el estricto control de acceso a la imprescindible sal para
preservar la carne y los abusos de las autoridades y la soldadesca. Esta
vida miserable a la que eran sometidos tenía que llevarlos
necesariamente, tarde o temprano, a alguna forma de confrontación
directa con sus expoliadores y explotadores.
La Guerra de los Mil Días propició la
coyuntura política favorable para que los cholos empuñaran las armas en
pos de sacudirse del yugo feudal al cual estaban sometidos.
Victoriano Lorenzo no estaba
comprometido ideológicamente con el liberalismo. La vieja amistad de su
padre con el Dr. Belisario Porras solo lo había llevado a colaborar con
tareas de logística del Ejército Liberal en el Istmo, mas no se había
involucrado como combatiente. Después de la derrota liberal en la
Batalla del Puente de Calidonia, Victoriano y sus hombres recogen armas y
municiones que se llevan de vuelta a la comunidad de El Cacao donde las
ocultan.
Al ser denunciado por un enemigo
personal, las tropas conservadoras caen violentamente sobre el humilde
poblado en busca de Victoriano Lorenzo y de las armas. Allí someten al
hermano de Victoriano a bárbaras torturas arrancándole información sobre
la ubicación de algunas armas, mas no así sobre el paradero de este.
Llenos de ira los godos proceden a quemar los ranchos del caserío y a
violar a todas las mujeres y niñas del lugar. Concluyen sus reprochables
actos vandálicos robándose el ganado, las aves de corral y todo cuanto
encuentran de valor en el poblado.
Estos hechos cobran valor histórico,
pues fueron el detonante a la pólvora de la injusticia social acumulada
tras décadas de abusos y humillaciones. Indignado por los atropellos de
que habían sido objeto los hombres y mujeres de su raza en El Cacao,
Victoriano alza la voz y lanza su proclama de rebelión armada al pueblo
indígena: “hay que levantarse contra los godos, para vengar los ultrajes
y el honor de nuestras mujeres, nuestras hijas, y castigar a esos
ladrones y facinerosos, reivindicando nuestros derechos, aunque sea cada
cual con sus escopetas, machetes y flechas” (Jacobo Alzamora citado por
G. Nelson)
Este pasaje es de suprema importancia al
determinar el momento en el cual Victoriano Lorenzo se transforma en el
Cholo Guerrillero y entra en la historia de los oprimidos que se
rebelan con fuerza colosal contra sus opresores. Victoriano Lorenzo da
un paso gigantesco al asumir el papel que el momento histórico le exigía
y se proyecta con las acciones que desarrolla como luchador social. El
autor ruso, Jorge Plejanov en su escrito, El Papel del Individuo en la
Historia señalaba que “El gran hombre lo es no porque sus
particularidades individuales imprimen una fisonomía individual a los
grandes acontecimientos históricos, sino porque está dotado de
particularidades que le hacen el individuo más capaz de servir a las
grandes necesidades sociales de su época, surgidas bajo la influencia de
causas generales y particulares”.
Es innegable que Victoriano Lorenzo no
figuraría en las páginas de la historia ni en la memoria del pueblo
panameño de no haberse dado la Guerra de los Mil Días y de no haber
optado por la “crítica de las armas” para defender los derechos, el
honor y la dignidad de su gente.
La proclama de Victoriano respondía a
las condiciones y necesidades del momento histórico y por esta razón
tuvo un resonante eco entre la población indígena y campesina que se
alzó en armas blandiendo el machete, estirando el arco y haciendo tronar
sus viejas escopetas y mosquetones. Dado el bajo volumen de fuego de
sus armas y aprovechando su conocimiento del terreno, la guerra popular
campesina bajo la dirección de Victoriano Lorenzo tomó la forma de
guerra de guerrillas como método de lucha.
Durante meses Lorenzo dirigió sus
fuerzas guerrilleras frente al ejército del régimen conservador y
mantuvo vivas las llamas de la guerra en el Istmo. Sus constantes
triunfos militares sobre las tropas gubernamentales motivaron el retorno
del Dr. Belisario Porras al país para unirse a las tropas indígenas y
continuar su lucha contra el gobierno conservador.
Posteriormente las fuerzas liberales
colombianas incorporarían un cuantioso contingente de tropas
provenientes de otras regiones de Colombia comandadas por Benjamín
Herrera, Lucas Caballero y Eusebio A. Morales. El Ejército Liberal se
fortaleció y desarrolló importantes campañas que le permitieron obtener
resonantes triunfos en el campo de batalla.
Las tropas indígenas y campesinas
comandadas por Victoriano Lorenzo y el Dr. Belisario Porras dieron
muestras de su gran valentía y capacidad combativa durante los
enfrentamientos de guerra regular que se suscitaron. Sin embargo, las
divergencias entre el General Benjamín Herrera y el Dr. Belisario
Porras, motivadas por la forma despótica en que eran tratadas las tropas
indígenas y las disputas por la dirección de la guerra en el Istmo,
condujeron a la ruptura entre estos dos personajes, provocando que el
Dr. Porras se viera obligado a abandonar la lucha y huir del país.
A pesar de estos incidentes, Victoriano
Lorenzo continuó combatiendo con su gente en las filas del ejército
insurgente liberal donde había ganado el grado de General de División.
Nos parece de suma importante destacar
el significativo acierto del profesor Herbert G. Nelson al incorporar en
su obra el resultado de sus investigaciones sobre el papel y desempeño
de las mujeres durante la Guerra de los Mil Días.
Muchos estudios y escritos sobre esta
guerra y sobre Victoriano simplemente ignoran la presencia de la mujer
como protagonista social de primer orden en la guerra civil y con mayor
razón omiten por completo el papel desempeñado por aquellas mujeres que
quedaron solas al frente de sus hogares al partir sus compañeros para
los frentes de combate.
Las “Juanas, Cholas o Rabonas”, como
eran llamadas las mujeres que marchaban detrás de las fuerzas
guerrilleras por simpatizar con estas, o bien, siguiendo a su marido o
amante, prestaron grandes servicios a la causa de la revolución como
cocineras, lavanderas, enfermeras; sembrando y recolectando cosechas,
cuidando aves y ganado, conformando redes de abastecimiento de medicinas
y alimentos; haciendo postas, creando redes de vigilancia y cadenas de
comunicación; realizando labores de logística para dotar a la guerrilla
de armas y municiones; como espías recabando información entre tropas
del gobierno, desinformándolas e incluso desarrollando la “guerra
psicológica”.
También fue de gran importancia la
participación de aquellas mujeres que utilizaron sus hogares como
hospitales de sangre y de fiebre, o bien, como sitios de escondite para
los insurgentes.
Debemos poner de relieve el
significativo número de mujeres que reclamaron el derecho a participar
como combatientes en el ejército insurgente y que no pocas llegaron a
ostentar el grado de teniente o de capitana –máximo grado al cual podía
aspirar una mujer en dicho ejército en aquel entonces – al sobresalir en
el campo de batalla por su arrojo, sagacidad e inteligencia.
Estas pinceladas históricas que nos
presenta el profesor Nelson sobre la participación femenina en Panamá
durante la Guerra Civil de los Mil Días constituyen un valioso aporte
por rescatar nuestra memoria histórica al describirnos como estas
valerosas mujeres del pueblo asumieron su compromiso con la lucha social
y revolucionaria.
Cuando en Colombia los altos dirigentes
del Partido Liberal fueron presionados por diplomáticos norteamericanos
para que detuvieran la guerra civil y firmaran la paz a fin de
permitirle a los norteamericanos negociar en un clima de paz las
concesiones para proseguir la construcción del canal –obra iniciada por
los franceses– se apresuran a firmar la Paz de Neerlandia en Colombia.
Pero como quiera que en el Istmo de Panamá los liberales venían ganando
la guerra, le giraron instrucciones al General Benjamín Herrera para que
procediera a entablar conversaciones de paz con las fuerzas del
gobierno conservador.
El cese de las hostilidades sorprendió a
Victoriano Lorenzo haciendo los preparativos para tomarse militarmente
la Ciudad de Panamá. La jefatura del Ejército Liberal en Panamá emitió
la orden de desarmar a todos los elementos integrantes de las tropas.
Sin embargo, la tropa indígena consideró que no había razón para
capitular cuando ellos estaban ganando la guerra contra el gobierno.
Victoriano Lorenzo es víctima de la traición de los jefes liberales
Benjamín Herrera, Lucas Caballero y Eusebio A. Morales, quienes pactaron
con el gobierno conservador un acuerdo de paz en el buque de guerra
Wisconsin de la armada norteamericana. Luego entregarían a Victoriano a
las tropas conservadoras pretextando un incidente intrascendental de
cantina en la población de San Carlos.
Desde su encarcelamiento hasta el día de
su muerte, Lorenzo sostuvo que los líderes del Partido Liberal lo
habían traicionado: “estoy preso –diría en una carta– entregado por
(Benjamín) Herrera al Gobierno”. Es necesario recordar el desprecio
étnico que sentía el general Benjamín Herrera por las tropas indígenas y
por los métodos de guerra de guerrillas que empleaban en la guerra
civil. Además, tanto éste como su lugarteniente, Lucas Caballero “sabían
perfectamente cuál sería el destino de Victoriano, puesto que en los
otros departamentos (de Colombia) se había iniciado el proceso de
fusilamiento de guerrilleros, inmediatamente después de firmarse el
Tratado de Neerlandia”. (H.G. Nelson)
El juicio y fusilamiento de Victoriano
Lorenzo constituyen un acto infame de venganza del gobierno y el
ejército conservador contra el combatiente guerrillero que los derrotó
en el campo de batalla y al cual nunca pudieron atrapar. El
enjuiciamiento de Lorenzo pasó incluso por encima del propio Pacto de
Wisconsin que protegía a los combatientes por los actos de guerra y
remitía los delitos comunes a los tribunales civiles.
Victoriano fue juzgado por supuestos delitos comunes en un Tribunal Militar en un juicio a todas luces amañado.
Frente al escuadrón de fusilamiento,
Victoriano Lorenzo pronunció estas palabras: “Soy inocente de los
crímenes que se me achacan. Si los actos de guerra son crímenes, yo solo
fui un cómplice. Conservadores y Liberales: ¡yo los perdono!
Aquí resalta el hecho de que Victoriano
ubica a liberales y conservadores en el mismo plano, es decir, no hace
distinción alguna entre unos y otros. Por el otro lado, su perdón es un
índice acusador pues solo puede perdonarse a quien ha cometido una falta
o crimen.
En el Tercer Capítulo, “Juicio Histórico
por la Muerte de V. Lorenzo”, el autor hace algunas valoraciones
interpretativas de lo que representaba Victoriano para godos y
liberales, así como para su pueblo. Igualmente, enjuicia las
responsabilidades que caben por la vil traición al Cholo Guerrillero, la
farsa del Tribunal Militar que lo condena al patíbulo y por su cobarde
asesinato.
Las responsabilidades, si bien tienen
nombre propio, también corresponden a los intereses de clase en juego.
Es por esto que no se puede exculpar a la oligarquía colombiana ni a la
panameña, a los conservadores ni a los liberales, así como no se pueden
ignorar los intereses que mueven al imperialismo en el Istmo y su
responsabilidad en la pacificación de los cholos en armas.
Victoriano Lorenzo, auténtico héroe
popular, fue difamado y vilipendiado por la oligarquía criolla que lo
acusó de ser un bandido, asaltante y asesino. En otras ocasiones
simplemente fue excluido de la historia oficial. Pero, poco a poco el
manto de bandolero que la oligarquía tejió para ocultar los valores
revolucionarios que representaba el Cholo Guerrillero se fueron
diluyendo para dar paso a su gloriosa dimensión de luchador social.
Victoriano ha ido resurgiendo de las
brumas de la historia gracias a la memoria colectiva para presentarse
majestuoso, aguerrido y combativo como jefe guerrillero de su pueblo
indígena explotado y vejado por los terratenientes.
Lo que mantiene al Cholo Guerrillero en
la memoria histórica del pueblo panameño es el contenido social de su
rebelión contra la injusticia, es el profundo significado subversivo y
revolucionario de su lucha. Su ejemplo de combatiente guerrillero –y
como tal de transformador social– es el que mantiene vivas las
esperanzas de poder romper con el orden constituido, de poder producir
un cambio radical favorable a las masas irredentas de la ciudad y del
campo.
La obra que hoy nos presenta el
licenciado Herbert G. Nelson, Victoriano Lorenzo en la Historia de
Panamá, constituye un peldaño en el rescate, reconstrucción e
interpretación científica de nuestra historia y es de lectura obligada
para todo aquel que tenga un mínimo de conciencia y sensibilidad social,
así como lo es para todo aquel que crea como Victoriano Lorenzo que ¡La
Pelea es Peleando! y pretenda poner su grano de arena en los niveles de
confrontación más elevados de la lucha de clases en Panamá.
Federico Britton
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